A Maria Berta y a Edward Sisorjands
11 de septiembre del 2005.
Sr. Herranz:
Cuando usted me envió a Puerto Rico a cubrir la huelga de la Telefónica, me dio lo mismo, pensé, como diría mi tía Massielle, que vive aquí hace dos años y medio, que era una de esos alborotos que se pasan haciendo los puertorriqueños, que luego terminan en nada. Porque noticias parecidas había escuchado en Santo Domingo, recordaba la de áquel incidente del Cerro Maravilla, aquel, el de los muchachos que asesinaron, los estudiantes y claro, la más famosa de todas, la del Chupacabras… Pero para mi sorpresa y temor resulta que esta huelga ha generado el pánico en el país entero. ¿La causa, Sr. Herranz? Es que se me revuelca el estómago, y es que precisamente hoy los vi allí tirados por las cunetas, es un espectáculo asqueroso, Sr. Herranz, y es que se ha formado un grupo de anti-huelguistas encapuchados que se hacen llamar los Navajistas, y ¿sabe a qué se dedican? ¡Pues a cortarle los dedos índices a los huelguistas! Al principio la noticia no causó tanto pánico, porque parecían actos de algún loco demente, pero la polícia, siguiéndole el rastro, fue atando cabos y resultó que todas las víctimas eran empleados de la Telefónica, que no estaban a favor de la venta.
¡Ay, Sr. Herranz, no sé por qué me ha enviado a mi a cubrir esta historia, lo mío no es la política, a mi déjeme los desfiles de moda, la farándula… nada, se lo digo para que lo tenga en cuenta la próxima vez. Sé que lo que le interesa es que le dé un informe detallado de cómo va la huelga, pero es que no me puedo sacar de la cabeza el incidente que le ocurrió a un fotográfo de la farándula muy conocido aquí. Quizás le parezca exgerado mi tono de angustia, Sr. Herranz, pero es que precisamente este hombre, en busca de noticias, no puso en riesgo su vida, sino más bien sus dedos índices. Sí, sé que debe estar riéndose de mí, ahora mismo, pero creo que esta terrible noticia podría ser parte de nuestra edición de Farándula Internacional. Se lo digo en serio, Sr. Herranz, aquí hay muchos dedos que cortar, por no decir tela. Verá este hombre llamado Rafael García Bárcenas, conocido por sus cólegas como Ragabar, lo habían amenazado con despedirlo del periódico, porque su columna como paparazzi, no tenía mucho éxito, así que para poder permanecer en el periódico, sabía que tenía que dejar de perseguir a los artistas, porque en el fondo ya no le apasionaba salir corriendo a tomar una foto de Ricky Martin en un bar sospechoso o a cualquier artista de moda. Por esa misma razón me contó que un día a eso de las cuatro de la mañana, después de haber recorrido todas las barras del Viejo San Juan, llegó a los predios de la Telefónica en busca de una noticia importante.
El Sr. Herranz, en su Ipod Video, ve el “quicktime” de la dramatización de los hechos
Ragabar, con determinación, había sacado de su bolsillo un pote de crema de manos, con olor a almendras , tamaño viajero y se las había frotado hasta que no quedó ni un rastro de aquel líquido amarillento. Miró sus manos y las besó. En la mano derecha tenía un aro de plata que había comprado en su última cobertura en Cuba. Y estrillando sus dedos fuertemente empezó a mover su dedo índice hacia arriba y abajo, en señal de burla, porque sabía que estaba poniendo en riesgo sus dedos índices, era eso o perder su trabajo. Necesitaba fotos que pudieran subir la circulación del periódico en donde trabajaba y que mejor forma que tomando en acción a algún Navajista. Se había acercado a los predios de la Telefónica, asegurándose de que nadie lo viera. Como paparazzi underground, se informó de todos los lugares claves en donde algún incidente en contra de los huelguistas pudiera ocurrir. Pero jamás imaginó que el simple zumbido de su Canon automática lo delataría ante aquellas cabezas vestídas con “panty” medias, saco, gafas y sombrero de gangster. Cuando Ragabar despertó decía que su pelo negro estaba esparcido por toda la acera y todo parecía estar en su sitio. Su lunar en el labio inferior se le había agarrado fuertemente resistiendo los golpes violentos. Y su mirada como una luna de Shakespeare se había escondido entre sus párpados y aparecía de manera incierta. El fuerte golpe en la cabeza y la mutilación lo habían dejado confundido y mareado.
“¡Cabrones, cabrones” decía que gritaba desesperado, cuando vio que le habían cortado su dedo índice, Sr. Herranz. Bueno, y dirá usted, pero qué de especial tiene esta historia, si él es simplemente una víctima más y las noticias locales aburren ya con toda clase de noticias sobre índices mutilados, porque estos carniceros Navajistas no han parado de mutilar, Sr. Herranz, pero no es la mutilación del índice lo que importa en esta historia, sino más bien las consecuencias que le trajó a este pobre hombre, y digo pobre, porque ya no sabe de qué vivir. Ya sé que tengo que regresar a Santo Domingo y el resumen de cómo va la huelga está listo, no lo he llamado Sr. Herranz, porque preferí escribirle este e-mail, para suplicarle que confíe en mi y me dejé un rato más para cubrir esta historia, por favor, enviéme más dinero y más tiempo. Por lo pronto, para convencerlo, le contaré todo lo que he recogido en este mes sobre la historia de Ragabar.
Ragabar tardó en recuperarse casi un mes y cuando regresó al periódico se sentía extraño, tenía miedo de coger su cámara para fotografiar. No sabía si podría hacerlo con su dedo tuco, pero el momento había llegado. Tenía que hacerlo. Así que tomó su Canon entre sus manos y la colgó en su cuello, miró para todas partes hasta que encontró una imagen digna de aquel momento y”click”. Sin ningún impedimento, podía enfocar y tomar fotos. Su jefe lo había llamado diciéndole que la circulación del periódico seguía bajando, que el Vocero, el periódico de la competencia, tenía mejores fotos.
Ese mismo día unos informadores, de su red underground, lo habían llamado para decirle que un cantante muy conocido estaba en el Cuartel de la Polícia, porque su mujer lo había denunciado por violencia doméstica.
Aquel desborde de moretones era la oportunidad perfecta para el regreso de Ragabar. Así que muy entusiasmado llegó al lugar de los hechos y empezó a tomar fotos. Y después de aquel festín de imágenes se marchó a su laboratorio a revelar tan espectacular rollo. Buscó los químicos, las bandejas, las pinzas y abrió una caja de papel Kodak, papel que según él, destacaría los rojos y los azules de los golpes, pero cuando terminó el revelado y llevó a la caja de luz los negativos, su cuerpo se apoderó del espanto. No podía creer lo que estaba viendo, era una resurrección, un alma en pena, era la mitad de su dedo, quien se asomaba en cada uno de los negativos, tapando las trágicas escenas, como en fotos de principiante.
Desesperado caminó de lado a lado tratando de explicarse el motivo de aquel fenómeno. Trataba de recordar como había tomado las fotos, se acercaba al negativo verificando si el dedo que se veía era el índice derecho, hasta que fue sorprendido por el director del periódico, que le echo una bronca diciéndole cantidad de cosas. “Ragabar, ¿qué significa esto? Dime que esto no lo tomaste tú. ¡Pero es que ese dedo lo está tapando todo. ¿Cómo es posible? Esto tiene que ser una broma, ¿verdad, chico?”
El fiasco de las fotos, del violento cantante, había dejado a Ragabar en estado de negación. Por más cuidado y empeño que había puesto en todos sus revelados, aparecía su dedo como un espectro, persiguiéndolo como un alma en pena. Y como era de esperarse, lo despidieron. Aquella noche Ragabar no durmió pensando en todas las cosas que le habían pasado. Estaba tan ansioso que no encontraba en que pensar. Inclusive trató de excitarse recordando lo que una vez le hizo a una mujer en un viaje que había hecho a Tailandia. Una mujer que le había llevado los brazos hacia atrás, como un Jesucristo clavado en una cruz,una mujer que le rasuró las axilas, para luego lamerselas como un desodorante “roll-on”. ¡Qué asco, Sr. Herranz, se lo puede imaginar, no sé cómo me contó eso! Pobrecito, entre fantasía y orgasmo había amanecido Ragabar, para encontrarse con la promesa del irónico suplicio que significó el tener que irse al desempleo. Muy desaliñado había salido de su habitación, caja de zapato tamaño nueve y medio, hacia una agencia de desempleo, sin la menor idea de que allí conocería a Nugent Sureiro, la única mujer que le dio una esperanza entre tanta desgracia.
El Sr. Herranz, en su Ipod Video, ve el “quicktime” de la dramatización de los hechos
Nugent Sureiro se había percatado inmediatamente de la existencia de Ragabar, cuando lo vio desde la ventana de su cubículo. El peinaba su cabello largo hacia atrás y amarraba su bicicleta azul metálico a un poste con unas cadenas cubiertas de un moho anaranjadizo. Nugent lo había desarmado de arriba abajo y así fue que notó que en su mano derecha llevaba un guante negro. Trató de contrastar su mirada infinita con el lunar que se recostaba en la parte izquierda de su boca y cuando lo tuvo frente a frente su mirada esponjosa lo absorbió por completo.
Siempre que entraba a la agencia de empleos un hombre que le producía esas sensaciones, me decía Nugent, que empezaba a fantasear, pensando que por fin, después de tanto tiempo, había llegado su otra mitad. Nugent se la pasaba torturándose pensando en su mala suerte en el amor. La culpable, según ella, había sido su madre, que la había traído al mundo entre máquinas sexuales, artefactos fálicos y películas de gritos encerrados en paredes de vinil. Nugent nació cuando en Felpa, su pueblo natal, se vendían los bebés más lindos de Puerto Rico. Su madre intentó venderla, pero la rechazaron porque tenía seis dedos en un pie. Era mercancía defectuosa, por lo tanto díficil de vender. Su problema existencial consistía en preguntarse todos los días: ¿para qué y por qué había venido al mundo con polidáctilia. Llevaba consigo ese pedazo de carne extra con la esperanza de encontrar a alguien que pudiera aprovecharlo. Aguantaba zapatos apretados y dejaba huellas en la arena que cuando se dibujaban, la hacían sentír como los gemelos pegados del circo. Muchos le decían que andaba con él por mazoquista, porque con los avances de la Medicina, ese extranjero impertinente hubiera pasado a la historia, pero algo dentro de ella le decía que tenía que aguantarlo por alguna razón y cuando vio la mano de Ragabar entendió por qué.
Nugent nunca hablaba con los solicitantes, siempre les revisaba por encima sus solicitudes y los despachaba hasta que llegó Ragabar, que le dijo, “Señorita, ¿en dónde le pongo la solicitud?” y ella en un ”Espérese un momento, que se la reviso personalmente” le montó una conversación.
“Ragabar, qué nombre tan extraño, ¿es árabe?” “Bueno, lo de Ragabar, es una combinación de mis tres nombres: Rafael, García, Bárcenas” “Me dio lástima lo de su dedo, me enteré en las noticias, sabe. ¿Cómo es el dolor de un dedo cortado?” “Intenso, late, late como si el corazón hubiera decidido mudarse y de repente no sintieras nada.” “Pobrecito, rezaré por su dedo, para que descanse en paz.”
“Gracias, es usted muy amable. Pero eso ya no importa, sólo estoy buscando empleo de lo que sea. Traje mi porfolio, para ver si me podían colocar como maestro de fotografía en la universidad o algo parecido.”
Nugent no dejó de pensar en el fotógrafo. Casi todos los días lo citaba en la agencia. Le decía que en cualquier momento lo podían llamar, para justificar su visita diaria. Y como él no tenía mucho que hacer, se entretenía contándole las historias de la farándula. Nugent siempre intentaba buscarle trabajos relacionados con la fotografía, obviamente, le conseguía bodas, bautismos, cumpleaños, pero no había caso, el espectro seguía apereciendo distorcionando siempre la realidad. Y Ragabar no aguantaba más, así que desesperado decidió ir a una espiritista, que entre bolas de cristal e inciensos le dijo: “Parece que al igual que algunos muertos, su dedo se niega a partir, se niega a dejar este mundo. Y se lo está dejándo saber, a través de sus fotos.” “Necesito que desaparezca, está arruinando mi carrera.” “Espere un momento, su índice me habla, dice que está muy molesto con usted.” ¡El alma del índice se había apoderado del cuerpo de la espiritista, Sr. Heraranz! ¡Y le habló a Ragabar! Le dijo: “Hola aburrido, vaya, pensaste que te ibas a librar de mi. Ja, ja, ja. ¡Qué mierda! Justo cuado pensé que por fin te ibas a dedicar a tomar fotos que denunciaran algo, ¡tazzz! Da la mala pata que me asesinan con un filo. ¿Por qué te tardaste tanto, imbécil, si ya estabas harto de tanto artista y farándula? ¡Necio! Ahora, a mi, que me parta un rayo, ¿no? Pues no. Que bueno que te decidiste a buscar ayuda, porque entérate, no me pienso ir de tus fotos hasta que me reinvindiques en la Tierrra.” “¿De qué hablas?” “Que allá arriba me dieron la oportunidad de resucitar, bruto.” “Con esa actitud, ¿crees que te voy a ayudar? Estás muerto, estás en el más alllá, lo que tienes que hacer es irte pa’l carajo y dejarme en paz.” “Eres tan insensible, ¿nunca entendiste que mi anhelo en la vida era poder señalar, señalar lo que estaba bien y lo que estaba mal ? Tuviste tantas oportunidades para dejarme brillar y te fuiste por el camino fácil de las fotos baratas sin sentido de gente insignificante, todo por el puto dinero y la fama. Lo peor de todo es que eres un egoísta, no te enteras de nada, sólo vives para lamentarte por tu tragedia. Seguro que no sabes que los Navajistas siguen aniquilando a los índices, ímbecil, ¿sabes lo que significa eso? Que si alguien no los detiene, seguirán desapareciendo hasta extinguirse. ¿Y entonces, quién señalara?” “¿De qué hablas? ¿Y yo que puedo hacer? Ya no tengo índices, fui víctima también de los pendejos esos.”
“Pues entérate, egoísta, que la solución, literalmente, está en tus manos, ly en el pie de una persona que tiene un dedo extra que te vendrá como anillo al dedo tuco. Un dedo que se encarnó en una mujer, para salvar a los índices de este apocalipsis.” “¿Dé quién hablas?”
“Es que eres ciego, nunca ves más allá de tus problemas. ¡La ves todos los días, José Feliciano!” “¿Nugent?”
“Vaya, muy bien, te acabas de ganar un purificador de agua Helena y una llave para abrir el cofre de los $3,0000…Sí, ella, la misma que viste y calza , zapatos anchos, para hospedar a nuestro dedo liberador.” “Ella no me creerá, pensará que deliro por mi desesperación, por lo jodido que estoy.” “Ella lo intuye, no sabe a ciencia a cierta por qué, pero se aferra a ti, porque piensa que ella tiene esa pieza que te corresponde, ese intruso del cual toda su vida se ha querido deshacer. Creo que la muy estúpida se ha enamorado de ti, así que no tendrás ningún problema.”
Espero que después de este diálogo, todavía usted ,esté leyendo este e-mail, y viendo los “quickttimes” que le envie, Sr Herranz, y también espero que no me reciba en Santo Domingo con enfermeros y camisas de fuerzas, pero así es que lo cuenta Ragabar, incluso tengo también grabaciones que después podrá escuchar. Luego de aquella sesión con la espiritista, Ragabar se fue a ver a Nugent y ella aceptó lo de la cirugía y la historia del índice espectro, porque efectivamente, se había enamorado de él.
“Un día me dijiste, que querías ponerte en el lugar de mi dedo, ¿todavía estás dispuesta?” le preguntó Ragabar y Nugent, sacándose el zapato, le enseño por primera vez el sexto secreto de sus pies. “Tus días incompleto han terminado, Ragabar.”
La operación fue todo un éxito, el dedo resucitó al tercer día, según los médicos y poco a poco empezó a señalarle a Ragabar el tipo de fotos que quería hacer, hasta que ya curado del todo y hospedado en su nueva casa, el índice empezó a planear la misión más importante: atrapar a los Navajistas en acción, para detener la carnicería de los índices. Ragabar empezó a contactar a sus redes de información, no para averiguar quién era la amante de Chayanne en Puerto Rico, sino más bien para ubicar al líder de los Navajistas. Sus informantes le habían comentado, que los Navajistas aprovechaban la madrugada, para atacar en el Viejo San Juan, a los supuestos revolucionarios que apoyaban la huelga, porque allí era que se daban par de cervezas y se relajaban, después de los días de sol y marcha frente a la Telefónica.
Los Navajistas, para atacar, buscaban rincones oscuros plagados de gatos hambrientos que pudieran disfrutar de aquel festín. Fue a las cuatro de la mañana, cuando el dedo bizarro de Ragabar, le índicó que en una esquina, estaban a punto de mutilar a un joven huelguista. Ragabar, con el vigor de antes, comenzó a tomarle fotos al que parecía ser el líder de los Navajistas. Y cuando éste se volteó lo único que alcanzó a ver fue la mano de Ragabar y al mounstro que lo señalaba. Por eso ahora Ragabar está en peligro, Sr. Herranz, los Navajistas, están furiosos y decididos a buscar al dedo bizarro, para destruirlo. Y los fotográfos del país están sobre aviso y temerosos, porque los Navajistas han amenazado con mutilarlos a todos. Es por eso que algunos por rebeldes apoyan la causa de Ragabar, pero otros por miedo, andan como Herodes, buscando al índice bizarro, para darle muerte. Es por eso, que le pidó que me ayudé también a sacarlo del país, para llevarlo a Santo Domingo. Y es que si no lo ayudamos, Sr. Herranz, los mismos fotógrafos lo van a entregar a los Navajistas. Ragabar, por lo pronto, se ha ido a la Cordillera Central a esconderse como cualquier Toño Bicicleta de la vecindad, imagínese, Sr. Herranz, el país está revuelto, ¿desde cuando esta Isla no tenía un héroe nacional? Y mucho menos una pandilla de Navajistas apoyando una causa, luchando por algo…
Bueno, al menos lo que sí sé es que esta historia me ha hecho recapacitar Sr. Herranz, lo importante que son los dedos índices. ¡Imagíneme sin ellos! ¿Cómo podría señalar en los “runnaways” y los desfiles que modelo de Versace me gusta más?
Bueno, espero que comprenda que lo más que me urge es el dinero para ayudar a Ragabar y poder pasar algunos días más aquí.
Directamente desde San Juan, Puerto Rico, Edna Ascencio Doñez , para el Periódico el Nacional.
12 comments:
Ya que hay un post dedicado
a mí en este reconocido espacio
de la gran escritora de Puerto Rico Nydia Russe,
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Q bueno esta...realmente me gusto mucho...es un documento historico en el estado libre seis dedos...se estudiará en el futuro...para q la charrería sea recordada y entendidia por los q nos sigan...
Que cool la transferencia de dedos, los dedos con alma propia, los dedos reencarnados, los dedos justicieros, los dedos enamorados, los dedos, los dedos, los dedos.. parece el manifesto de tu blog. Está chévere.
miraa... postie un cuento, pasate por viudabella y me dices que te parece ;)
Wow esta es una de las mejores historias que he escuchado.
Bueno leído. :)
Sabia que te iba a gustar porque tu eres asi, medio carnicero...
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