Friday, December 05, 2003

Oliverio-Por Alberto Genesca Tantull

Durante kilómetros de silencio planeábamos una caricia que nos aproximaba al paraíso; durante horas enteras nos anidábamos en una nube, como dos ángeles, y de repente, en tirabuzón, en hoja muerta, el aterrizaje forzoso de un espasmo.
       ¡ Que delicia la de tener una mujer tan ligera..., aunque nos haga ver, de vez en cuando las estrellas! ¡Que voluptuosidad la de pasarse los días entre las nubes...la de pasarse las noches de un solo vuelo!
         Después de conocer a una mujer etérea, ¿puede brindarnos alguna clase de atractivos una mujer terrestre? ¿ Verdad que no hay una diferencia sustancial entre vivir con una vaca o con una mujer que tenga las nalgas a setenta y ocho centímetros del suelo?
         Yo, por lo menos, soy incapaz de comprender la seducción de una mujer pedestre, y por más empeño que ponga en concebirlo, no me es posible ni tan siquiera imaginar que pueda hacerse el amor más que volando.


No se que pasó... realmente nunca tuve la intención de perder esos momentos de confidencialidad y cierta complicidad que tuvimos. Si he de admitir que no nos conocimos demasiado, al menos, todo lo que a mi me hubiese gustado. No llegué a probar tu delicada naturaleza... y por otra parte yo tampoco te demostré que pudiera llegar a hacerte volar, como tu así hubieses deseado, ¿verdad?.

De todas formas sabes que en mí tienes a un amigo, que es capaz de reconocer y admirar a la personas que soñadoras como tu, hacen mas seductora la existencia a los demás.

No comments: