Juanito Barranco y el Puma de Lavapies

El tipo tenía un patio lleno de pavo reales y no hablaba, no decía nada, y yo queriendo huir de él, de lo que quería, que era follarme. El plumaje más colorido del pavo real, se queda con la hembra, me decía. Recuerdo el amor de ciudad, el calor del amor en un bar. No sé ni por qué, pero él, sí, se parece a José Luis Rodríguez. Cuando tenía 3 años, el Puma cantó en la cancha de Morovis, y pasó por casa de abuela para recoger una rosa que mami me había comprado para darsela. El Puma me besó y se fue. Una noche más, eso fue lo que le pedí al Puma de Lavapies, y en cambio me dejó dibujando debajo del agua, espumas que formaban el beso de Klimt, aquel beso que me diste en la estación de metro de Lavapies… El me pidió un beso y le dije que sí, que me podía besar. Yo tenía puesto la camisa que había comprado en Alemania, esa en tela de toalla rosada. David se llamaba, tenía 18 años, iba para su trabajo, me lo encontré en la Cuesta del Peligro de Lavapies. Pensé que me iba a atacar como aquel marroquí en Chueca, pero no, me invito a fumar. ¿De qué hablabamos? ¡Qué sé yo! Si estaba flotando, él me contaba que la noche anterior se había metido hongos para ver el cielo. Me llamó una vez, pero no quiso hablar. Y yo que me creía un divo, Uma Thurman.